¡Vuelven a brillar los cuerpos celestes de una jardinera icónica de Teusaquillo!

El Tribal, una jardinera ubicada en el separador de la calle 53 con carrera 45, fue durante años una de las coberturas vegetales más llamativas de la ciudad por su novedoso diseño.
Un Sol, una Luna nueva, una estrella y varias estelas fueron elaboradas con cerca de 2.500 plantas de ocho especies, recreaciones de los astros del firmamento que le dieron color al sector.
Debido a varias adecuaciones en el sistema de conducción de agua de la zona, este jardín de la localidad de Teusaquillo sufrió varias afectaciones.
El Jardín Botánico revivió esta icónica jardinera con un nuevo diseño que amplió su tamaño y la reverdeció con más material vegetal.
Sus amigos y compañeros de trabajo lo consideran una biblia de la jardinería. Un ojo clínico para diseñar jardines novedosos, una pasión desbordada por la investigación y un espíritu de docente siempre dispuesto a compartir conocimiento, lo han hecho acreedor de este título.
Debido a esos talentos, Jorge Rodríguez, un ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional, fue escogido para sacar a flote los jardines de las localidades del centro que tiene a su cargo el Jardín Botánico de Bogotá (JBB), algunos catalogados como los más críticos de la ciudad.
En los nueve años que lleva en la entidad más verde de la capital, Jorge le ha dado forma a jardineras coloridas en sitios como la plaza del Voto Nacional, los separadores de Paloquemao y la Avenida 19, el andén del colegio El Carmelo, la zona peatonal de la Carrera 7 y el Park Way.


Aunque atesora todas las experiencias vividas en los proyectos alcanzados durante casi una década en el centro de investigación del Distrito para la conservación de la flora, Jorge siente un especial cariño por una jardinera de la localidad de Teusaquillo.
La razón: fue el primer reto que le encargaron como ingeniero de la línea de jardinería del Jardín Botánico a finales de octubre de 2014, fecha en la que ingresó a la entidad que se aferró a su alma y corazón.
“Mi primera prueba de fuego en el JBB fue a lo largo del separador de calle 53: debía montar una jardinera desde cero en la rotonda ubicada al frente del Icontec, en el cruce con la carrera 45, y ampliar el jardín del barrio Pablo VI”.
La nueva jardinera fue todo un reto para el ingeniero agrónomo. Jorge recuerda que Wilson Rodríguez, en ese entonces coordinador de jardinería del JBB, le propuso dar marcha a un diseño particular y pionero en la ciudad.
“El jefe me dijo que hiciéramos algo al estilo tribal, una ornamentación de los vikingos que representa los cuerpos celestes con figuras estilizadas. El problema era que no tenía ni idea de cómo hacer ese diseño; mi técnica es más bien ortogonal”.
Como los retos no lo asustan, Jorge se dedicó a investigar en libros y dialogó con varios compañeros de trabajo que podían aclararle el panorama. “Omar Cantor me ayudó bastante en la investigación y poco a poco me fui entusiasmando”.
El área de trabajo era de 175 metros cuadrados del separador de la calle 53, un espacio abierto lleno de pasto y sin límites físicos. El líder del proyecto dejó volar su imaginación para poder plasmar los cuerpos celestes en la zona.
“En el plano generé los límites y comencé a trazar la cuadrícula y retícula del lugar a través de formas inusuales para mi técnica, como una Luna nueva, un Sol en todo su esplendor y una estrella con varias estelas. La jardinera estaría rodeada por un rectángulo de granizos”.
El primer diseño fue el de las estelas, el cual permitió determinar los espacios donde irían los grandes astros. “La estrella coronaría las estelas, en el lado nororiental quedaría la Luna nueva y en el suroccidental la figura del Sol que aparece en las horas de la tarde”.


Del papel a la realidad
Con el plano de la jardinera de los cuerpos celestes listo, Jorge y 12 operarios del grupo de jardinería destinaron dos semanas de noviembre para reverdecer este transitado sector de la localidad de Teusaquillo.
“Delimité las figuras por medio de dibujos con aerosol, trazos con compases gigantescos de piola y cortes para hacer los contenedores. El operario Carlos Alpalá, un pastuso indígena, me ayudó mucho con el trazado de las líneas esbeltas; utilizaba el palín y azadón como un bisturí”.
Cuando el diseño de la jardinera quedó plasmado en el terreno, el paso a seguir fue escoger el material vegetal. El ojo clínico y preciso de Jorge calculó cerca de 2.500 plantas para reverdecer la Luna, el Sol y la estrella con sus estelas.
Ocho especies fueron seleccionadas: chatrés verdes con flores amarillas en el centro del Sol; coralitos naranjas y rojos en los rayos; cintas en la Luna; claveles chinos en la estrella; jade y ajo de rico en las estelas; granizo en el borde; y varios tréboles rojos.
Según el ingeniero, en esta jardinera se realizó una plantación de presentación. “Las plantas fueron dispuestas en el terreno y hasta que quedaron bien acomodadas se procedió a hacer la excavación para plantarlas”.
La jardinera, nombrada El Tribal, quedó lista a finales de noviembre de 2014. Para Jorge, fue un proyecto especial porque no se trabajó en un espacio confinado o delimitado por sardineles, bordes, andenes o contenedores, como es común en la jardinería.
“Hicimos un jardín muy interesante desde lo cándido, pictórico y estético. Fue la primera jardinera en Bogotá con un estilo tribal, un trabajo técnico en el que participamos varias personas y donde los operarios interpretaron a la perfección lo que plasmé en el diseño”.
El renacer
Durante seis años, este jardín sobrevivió al paso del tiempo y se convirtió en una de las jardineras más llamativas y admiradas de Teusaquillo y la ciudad en general. Los operarios del JBB se encargaban de hacerle mantenimiento periódico a las plantas.
Todo cambió en el año 2020, cuando varias adecuaciones en el sistema de conducción de agua de la zona, como la instalación de una tubería madre gigantesca, alteraron gran parte de la jardinera.
“Cuando nos disponíamos a rescatar el jardín llegó la pandemia del coronavirus y generó un caos operativo en el JBB. Por cuestiones de logística tuvimos que postergar varias veces la intervención que requería”.


A mediados de diciembre de 2023, el ingeniero agrónomo recorrió El Tribal para analizar su estado. “Debido a las excavaciones profundas de la obra, el jardín permaneció aislado y recibió mucho material de construcción. El patio de operaciones afectó a varias plantas”.
Luego de la inspección, la mente de Jorge empezó a volar tratando de redescubrir las líneas del primer diseño. La buena noticia es que mucho material vegetal se salvó y era apto para reproducirlo.
“Hicimos varias modificaciones en la jardinera. Por ejemplo, abrimos las líneas para que los operarios trabajaran más cómodos y dejamos espacios más claros y menos abstractos con el fin de que el jardín se pueda manejar mejor en el futuro”.
Jorge aplicó distancias entre los 25 y 30 centímetros entre cada una de las líneas de los cuerpos celestes, las cuales quedaron más largas, esbeltas, estéticas y ordenadas. Sin embargo, se conservaron intactas las formas del Sol, la Luna y la estrella con sus estelas.
“El jardín aumentó su tamaño: pasó de 175 a 210 metros cuadrados. Pudimos enviar parte del material vegetal que sobrevivió al vivero para hacer la propagación y enriquecimos las figuras con margaritas punto azul, una especie que atrae a los polinizadores”.
Los coralitos que le dieron forma a los rayos del Sol fueron reemplazados por gazanias. Según Jorge, esta decisión fue tomada porque el coralito exige un nivel de podas muy fuerte y periódico.
El nuevo rostro de la jardinera con estilo tribal quedó conformado por 2.800 plantas, es decir 300 más que en su primera fase. “Utilizamos tanto material nuevo como el que sobrevivió a la obra, como fue el caso de las cintas de la Luna”.
Luego de una semana de reconstrucción en la que participaron siete operarios del JBB, este jardín del separador de la calle 53 revivió y quedó listo para recibir de nuevo las miradas de admiración de los habitantes y transeúntes del sector.
“El resultado fue una jardinera un poco más evolucionada y con una estructura que si se ve afectada por el paso del tiempo, podrá recuperarse fácilmente y sin mayores alteraciones. Eso es lo que siempre he buscado en los nueve años que llevo en el JBB”.
Los cuerpos celestes de esta jardinera icónica volvieron a brillar y Jorge encontró nuevos alumnos: varios jóvenes del Idipron que trabajan con la Alcaldía Local de Teusaquillo y quienes participaron en el revivir del jardín Tribal.
“Fue un ejercicio muy interesante porque los jóvenes estaban muy interesados en aprender la técnica que aplicamos y fueron bastante obedientes. El conocimiento que tengo sobre jardinería es para compartirlo con las futuras generaciones”.