Un octogenario que no para de reverdecer
El Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, un ícono ambiental, cultural y deportivo de las localidades de Chapinero y Santa Fe, aumenta sus coberturas vegetales.
Un sector con alta pendiente ubicado cerca de la Universidad Javeriana, reverdeció con 61 nuevos árboles de especies nativas como cedro, nogal y siete cueros.
Este emblemático lugar del centro de la ciudad alberga cerca de 35.000 individuos arbóreos, algunos declarados como patrimoniales. Nueva crónica #BogotáReverdece.
El 6 de agosto de 1934, los habitantes de Bogotá presenciaron la apertura del que sería uno de sus principales íconos, un titán verde con un tamaño de 283 hectáreas ubicado en las faldas de los cerros orientales.
Se trata del Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, bautizado en honor al entonces presidente de la República que lo inauguró. Ostenta el título del tercer parque construido en la capital del país, luego del Centenario (1883) y La Independencia (1910).
Según el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), entidad encargada de su administración, este octogenario cercano a los 90 años de vida fue construido por el Ministerio de Obras Públicas bajo los parámetros del urbanista austriaco Karl Brunner.
“El Parque Nacional nació por la Ley 50 de 1931. El escenario quedó listo tres años después muy cerca de los terrenos del antiguo campo de deportes La Magdalena, en predios de la finca Tejar de Alcalá y rodeado por el moderno barrio La Merced”.
Abarca las localidades de Chapinero y Santa Fe y la mayoría de su área está catalogada como reserva forestal. Tan solo 14 hectáreas son urbanas, una zona comprendida entre las calles 36 y 39 y las carreras 7 y 5.
Hasta 1985, este emblemático parque contó con varios juegos mecánicos y un pequeño zoológico. El IDRD informó que algunos de los aparatos fueron trasladados a otros escenarios y los animales terminaron en el zoológico Santa Cruz.
La parte urbana del Parque Nacional, un triángulo que le apunta a los cerros orientales, aún conserva varias de las construcciones originales, como la Torre del Reloj, el monumento al líder liberal Rafael Uribe Uribe y el relieve gigante de Colombia.
El verde siempre ha sido protagonista en este octogenario. Cerca de 35.000 árboles de diferentes especies se imponen con fuerza por todo el lugar, algunos de los cuales fueron catalogados como patrimoniales.
“Sus extensos jardines, grandes árboles y notable frescura y tranquilidad, invitan al reposo y al recorrido por cada recodo del parque coronado por una rotonda enmarcada por caminos de enredaderas y un bello jardín en su parte central”, afirmó el IDRD.
El Arzobispo, un río que nace en la laguna El Verjón, en lo más alto de los cerros orientales, atraviesa el parque en un estado cristalino y diáfano. Luego es canalizado y recibe vertimientos y residuos que contaminan sus aguas hasta desembocar en el río Bogotá.
La actividad deportiva también ha estado presente desde la creación del parque. Su primera cancha, según el IDRD, fue testigo de crecimiento de los equipos más representativos de la época. “Luego se construyeron canchas de hockey, tenis y voleibol y la pista de patinaje”.
Debido a su importancia histórica, ambiental, cultural y deportiva, el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera fue declarado Monumento Nacional en 1996. Actualmente, varias de sus zonas son habitadas por indígenas embera que le reclaman ayudas financieras al Gobierno Nacional.
Más verde
En los últimos cuatro años, el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) ha realizado varias intervenciones en el Parque Nacional para aumentar sus coberturas vegetales con nuevos árboles, arbustos y jardines.
La más significativa fue en junio de 2022, cuando más de 60 trabajadores de la entidad realizaron la recuperación ambiental de los 3.000 metros cuadrados que se vieron afectados por el primer asentamiento de los embera.
“70 árboles jóvenes fueron talados y más de 250 individuos adultos presentaban severas afectaciones por las actividades de los indígenas, como la extracción de leña para sus cocinas y cambuches”, dijo en su momento Germán Darío Álvarez, subdirector técnico operativo del JBB.
La zona más afectada del parque, hoy ocupada de nuevo por los embera, fue reverdecida con 120 árboles y arbustos de especies como yarumo, roble, palma de cera, nogal, arrayán, chicalá, duraznillo, siete cueros, fucsia, caucho sabanero y pino romerón.
El pasado 7 de diciembre, fecha en la que se celebra el tradicional Día de las Velitas, el JBB realizó una nueva jornada de plantación en una zona con alta pendiente del Parque Nacional ubicada cerca a la Universidad Javeriana.
Jehrson Chauta, ingeniero del grupo de arbolado joven en las localidades de Chapinero, Santa Fe y La Candelaria, fue el encargado de liderar esta actividad. La meta era reverdecer el sector con 61 nuevos árboles, la mayoría de especies nativas del bosque alto andino.
“Esta zona del parque, ubicada en la localidad de Chapinero y cerca de las canchas de tenis en polvo de ladrillo, estaba desprovista de árboles nativos. Por eso decidimos embellecerla con siete cueros, robles, nogales, pinos colombianos, arrayanes y otras especies”.
Durante una semana, una cuadrilla de operarios del JBB se encargó de abrir los huecos de un metro cúbico de profundidad para plantar los 61 nuevos árboles. “El ahoyado es bastante dispendioso por la gran cantidad de escombros que hay en el suelo”, dijo Chauta.
Varios transeúntes del Parque Nacional ayudaron a plantar algunos de los árboles. Yenny Rosas, licenciada en biología del equipo social de la Subdirección Técnica Operativa del JBB, lideró esta actividad.
“Es muy importante que la comunidad participe en las jornadas de plantación. De esta manera, la ciudadanía desarrolla un sentido de apropiación y cuidado por las coberturas vegetales”, aseguró Rosas.
Para Chauta, esta plantación en el Parque Nacional fue de suma importancia ambiental por contar con una gran cantidad de especies nativas del bosque alto andino, el ecosistema que cubre los cerros orientales.
“Las especies nativas cuentan con todos los servicios ambientales que necesita el ecosistema, como flores que atraen a los polinizadores y frutos para el alimento de las aves”, aseguró el ingeniero.