Los guardianes del arbolado del barrio Calandaima

Los parques vecinales de Riveras del Occidente Unir II, sector ubicado en este barrio de la localidad de Kennedy, han reverdecido con más de 100 árboles y arbustos de distintas especies.
Marta Lesmes y José Darío Henao, una pareja de esposos y líderes sociales, son los guardianes de estas coberturas vegetales.
26 árboles y arbustos fueron plantados en la última jornada ambiental, actividad que contó con la participación de más de 20 habitantes de la zona. Nueva crónica #BogotáReverdece.
El rostro se le ilumina cuando habla de sus raíces campesinas. Marta Lesmes atesora las enseñanzas que le dieron desde niña sus padres, Crisanto y Lucinda, dos boyacenses expertos en el arte de labrar la tierra.
“Ellos me enseñaron a amar la naturaleza y valorar el trabajo del campo. Con mis padres y hermanos vivimos en varios barrios del sur de la ciudad, de los cuales mi favorito era el 20 de Julio por la hermosa iglesia que alberga”.
Martica, como la llaman sus amigos, trabajó como niñera y manejando mulas. Las vueltas de la vida la llevaron a conocer el amor, un joven que estaba a punto de prestar el servicio militar y del que quedó embarazada.


“Lo busqué para contarle la noticia y uno de sus hermanos me dijo que se había entregado al Ejército. De pura ingenua le creí y me fui triste a la casa de mis padres: mi mamá me propuso abortar porque le caía mal mi pareja”.
La joven no quería ponerle fin a la vida que crecía en su vientre, pero tampoco se veía como una madre soltera. Una amiga le comentó que en el Centro para la Rehabilitación y Adopción del Niño (CRAN) la podían ayudar.
“Me interné en el CRAN hasta que nació el niño. Aunque hoy en día no me arrepiento de haberlo dado en adopción, en esa época me dió muy duro. Fue tal mi dolor, tristeza y melancolía que caí en el licor y los vicios”.
En esos años de desorden, drogas y trago recibió otro golpe: fue víctima de una violación y volvió a quedar embarazada. “Regresé al CRAN y di al niño en adopción. Pero esta vez no me eché a la pena”.
Regresó a vivir a la casa de sus padres y a visitar la iglesia del 20 de Julio. En el templo religioso conoció a José Darío Henao, el amor de su vida, y se fueron a vivir a lo más alto de una montaña en la localidad de San Cristóbal, en el sur de la ciudad.
“José había sufrido más que yo. Perdió sus dos piernas en un accidente que sufrió en una de las ladrilleras de San Cristóbal; un horno explotó y le cayeron piedras hirviendo en las extremidades. Las quemaduras fueron de cuarto grado y le dio gangrena”.


A reverdecer Kennedy
Marta y José construyeron su hogar en las montañas de San Cristóbal y allí recibieron a la luz de sus ojos, Ana María, su única hija. El panorama se volvió a nublar cuando la zona fue declarada en emergencia por eventos de remoción en masa.
“Perdimos nuestra casa por un deslizamiento de tierra. Entidades como la Caja de Vivienda Popular y el entonces FOPAE nos pagaron el arriendo de una casa durante 18 meses mientras escogíamos la que se convertiría en nuestro nuevo hogar”.
Lo encontraron en el barrio Calandaima de la localidad de Kennedy, una casa amplia y de tres pisos ubicada en el sector Riveras del Occidente Unir II. “Llegamos a esta zona hace 19 años y no tenemos la mínima intención de abandonarla”.
Un botadero a cielo abierto que observaban desde las ventanas de la casa no los dejaba dormir. “Bajo residuos y basura había un parque. El panorama era deprimente: las ratas parecían conejos y casi todos los días aparecían personas muertas. El olor era insoportable”.
Los esposos no se quedaron de brazos cruzados. Primero fueron a la Junta de Acción Comunal, pero las respuestas fueron negativas. “Eso nos llevó a denunciar la situación ante la Alcaldía Local de Kennedy y Ciudad Limpia, empresa encargada del aseo”.
La limpieza del parque vecinal requería de muchas manos amigas. Marta compró un megáfono para invitar a sus vecinos a la gran jornada de recuperación del sector, en la que participaron más de 120 personas.
“Llenamos más de cuatro volquetas con todos los escombros y basuras. Ese trabajo descomunal nos convirtió en líderes sociales de Riveras del Occidente Unir II y por eso somos bastante conocidos en la zona”.
El nuevo rostro del parque, libre de residuos y olores, dio paso a un diseño que arrojó la construcción de juegos para los niños, un gimnasio con ocho máquinas, siete sillas y varias hileras en cemento y senderos para caminar y trotar.
“Luego, con el apoyo del Jardín Botánico de Bogotá (JBB) inició el reverdecer del parque vecinal. José y yo ayudamos a plantar varios árboles y todos los bautizamos con los nombres de nuestros amigos y familiares: uno de ellos se llama Crisanto, como mi padre”.
Un imponente eucalipto de 40 metros de altura le da sombra al parque. “Cuando llegué al barrio, hace 19 años, ya estaba. Antes eran más, pero tocó talarlos porque representaban riesgo; una vez me salvé de que una de las ramas me cayera encima”.
Guardianes arbóreos
Desde el año pasado, el Jardín Botánico y la Alcaldía Local de Kennedy reverdecen los parques de esta localidad del sur de la ciudad con nuevos árboles y arbustos de distintas especies, una alianza que está enmarcada en un convenio.
El barrio Calandaima, en especial los parques vecinales del sector Riveras del Occidente Unir II, fue priorizado. Diego Bohórquez, ingeniero del grupo de coberturas vegetales del JBB en la localidad, es el encargado de liderar las jornadas de plantación.
“Una zona ubicada atrás de un parqueadero de los buses del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) fue una de las primeras en ser recuperada. Allí plantamos más de 20 árboles y arbustos y ayudamos a la comunidad a cercar la zona con llantas y jardineras”.


En las jornadas ambientales Diego conoció el trabajo de Marta y José como guardianes del arbolado. “Son líderes sociales muy comprometidos con las coberturas vegetales. Marta, por ejemplo, no permite que afecten ninguno de los árboles del parque”.
El parque ubicado al frente de su casa y que ayudó a recuperar sería uno de los sectores que el JBB y la Alcaldía Local de Kennedy reverdecerían con nuevos árboles y arbustos. La noticia le aceleró el corazón a Marta.
“Sabíamos que el parque tenía espacio para más árboles. El ingeniero del JBB nos informó que se iban a plantar 11 nuevos individuos de especies como caballero de la noche, pajarito, polígala, rama negra y árbol de fuego”.
Como guardianes del arbolado del sector, Marta y José fueron los primeros en ser invitados a la jornada de plantación, realizada el pasado miércoles 21 de junio. Ambos llegaron al parque a las 11 de la mañana listos para plantar.
Varios de sus vecinos los acompañaron. Bohórquez reunió a la comunidad para darles los detalles de la jornada de plantación. “Hoy vamos a plantar 26 árboles y arbustos en dos parques vecinales de Riveras del Occidente Unir II. El ideal es que ustedes nos ayuden a cuidarlos”.
Luego de una charla técnica los ciudadanos se dividieron en grupos y empezaron a plantar los árboles. Marta fue la primera y escogió un caballero de la noche, especie que le gusta mucho por el olor que emana bajo la luz de la luna.
“En el tutor de madera que le dará estabilidad escribí mi nombre como símbolo de apadrinamiento. A partir de hoy este árbol se convierte en un hijo más y lo voy a cuidar de todos los enemigos”.
La discapacidad de José no fue un obstáculo para que plantara un pajarito, árbol que se caracteriza por tener flores en forma de ave. “Me gusta untarme de tierra y por eso amo plantar árboles y plantas de jardín. Vamos a cuidar todos los nuevos tesoros de este parque”.
En el otro parque vecinal, un terreno en forma de triángulo, el JBB, la Alcaldía Local de Kennedy y más de 15 habitantes del sector plantaron 15 árboles y arbustos. Marta volvió a apadrinar varios de ellos.
“Yo no solo cuido los árboles que están en el parque al frente de mi casa. Mi trabajo como guardiana es velar por todos los que engalanan las Riveras del Occidente Unir II, sector donde he plantado más de 60 árboles”.
Al ver los parques reverdecidos, la mirada de Marta se torna melancólica al recordar su pasado, en especial a los dos niños que dio en adopción cuando era joven.
“Mi primer hijo fue adoptado por una pareja colombiana y francesa. Él vive en Francia y logró dar con mi paradero hace varios años. Nos conocimos, conversamos seguido y está pendiente de mí; del segundo supe que vive en Estados Unidos, pero no me ha buscado”.