CRÓNICA – El jardín de la abuela acacia

Una acacia de 18 metros de altura, ubicada en un parque del barrio Santa Helena de Baviera, fue talada debido a su deterioro físico y alta probabilidad de volcamiento.
Sin embargo, el emblemático árbol sigue presente en este lugar de la localidad de Suba, un sitio donde se consolidará uno de los bosques urbanos de Bogotá.
Con varias partes del tronco, la comunidad y el Jardín Botánico construyeron dos jardineras y las llenaron con 50 suculentas, inciensos y siete cueros mexicanos.
“El jardín de la abuela acacia” es el resultado de un trabajo de más de un año de la entidad con los habitantes del sector. Nueva crónica #BogotáReverdece.
Luz Nelly Alvarado, una de las residentes más antiguas del barrio Prado Pinzón, ubicado en la localidad de Suba, conserva muy frescos los recuerdos de su niñez y adolescencia en esta zona del norte de Bogotá.
Uno de los lugares que se aferró con fuerza a su corazón desde que era pequeña fue un extenso parque lineal con un tamaño cercano a las trece hectáreas, un cordón verde que va desde la transitada Autopista Norte hasta la Avenida Las Villas entre las calles 147 y 146.
Los miles de árboles de todos los tamaños, formas y colores y las aves de diversas especies que habitan en el parque, la convirtieron en una de las visitantes más asiduas del lugar, el cual está rodeado por 39 barrios.
“Uno de los árboles que más me gustaba era una acacia de gran porte ubicada en la carrera 54C con calle 146A, en el barrio Santa Helena de Baviera, un tesoro que con el paso de los años se transformó en una insignia para la comunidad”.


La imponente acacia con múltiples ramas de gran tamaño fue una de las razones que llevaron a Luz Nelly, más conocida como “Abby”, a unirse a un grupo de ciudadanos que luchaban por los árboles del parque lineal.
“José Rodríguez, otro habitante de la zona, fue uno de los primeros ciudadanos en levantar su voz por los árboles del parque. En enero de 2020 conformamos un grupo ciudadano porque querían convertir el lugar en una avenida”.
El objetivo de la comunidad siempre ha sido convertir el parque lineal en el bosque urbano Santa Helena, el cual quedó contemplado en el actual Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la alcaldesa Claudia López.
“Hemos ido varias veces al Concejo de Bogotá para defender este tesoro arbóreo. Nuestra meta es que Santa Helena sea el primer bosque urbano constituido en Bogotá”, asegura Luz Nelly.


La controversia
El 7 de julio de 2021, la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA) realizó una visita técnica a este parque lineal que defienden varios ciudadanos. La acacia que tanto atesora Luz Nelly fue uno de los sitios inspeccionados por los profesionales.
“Estimamos que la acacia tenía como 50 años de vida y estaba bastante inclinada. Sin embargo, en ese entonces no considerábamos que podía representar algún peligro para la ciudadanía o que su condición física estaba deteriorada”.
El veredicto de la SDA alertó a la ciudadanía: la acacia, con una altura de 18 metros y un diámetro en su tronco de 2,95 metros, debía ser talada inmediatamente, una orden que le fue dada al Jardín Botánico de Bogotá (JBB).
“La Acacia mearnsii presenta inadecuadas condiciones físicas y de emplazamiento, dado que tiene una pérdida de verticalidad y copa asimétrica con excesiva ramificación que generan un inadecuado e insuficiente anclaje”, dice el acta de la SDA.
El documento también indicó que la acacia presenta un desplazamiento en su eje ortótropo, está muy inclinada y puede sufrir de volcamiento espontáneo, “representando peligro inminente para los transeúntes del sector”.
Luz Nelly y otros ciudadanos aledaños al parque lineal, como José Rodríguez, se opusieron de tajo a la tala de la emblemática acacia, un árbol que consideraban como uno de los más antiguos del parque lineal.
“En ese entonces nuestra misión era defender y conservar la acacia como fuera. Por eso, cuando el Jardín Botánico visitó la zona no hubo poder humano que nos convenciera de que el árbol debía irse del parque”.
El JBB, acompañado de otras entidades como la SDA y la Alcaldía de Suba, inició un fuerte trabajo social con la comunidad del parque para que comprendiera que la acacia estaba en malas condiciones físicas y representaba un alto riesgo.
“Hicimos muchos recorridos y jornadas de socialización y sensibilización hasta que la comunidad aceptó que la tala de la acacia era necesaria por el inminente riesgo y su deteriorado estado físico”, manifestó Laura Vera, coordinadora del grupo social de la Subdirección Técnica Operativa del JBB.
Nuevos inconvenientes
Luz Nelly y José recuerdan que la comunidad intentó varias veces de persuadir a las entidades de que realizaran la tala de la acacia. “En una reunión les propusimos ponerle muletas a la bella acacia, pero luego de comprender la situación accedimos al procedimiento”.
Los ciudadanos entendieron que era imposible salvar al árbol y lo mejor era talarlo para que no generara una tragedia en el futuro. “Estaba demasiado inclinado, las ramas daban contra el piso y algunas se habían destroncado”, recuerda José.
El 19 de noviembre, el JBB convocó a la ciudadanía para hacer un ritual de despedida a la antigua acacia. Luz Nelly no quiso participar y prefirió decirle adiós sola y antes de que sus demás vecinos llegaran.


“Vine a las seis de la mañana y me despedí de la acacia. Lloré como una Magdalena, la abracé durante varios minutos y le agradecí por ser parte de mi vida. Ese árbol es muy especial y todas las tardes era visitado por un búho”.
A las 10:30 de la mañana, más de 20 vecinos del sector y un profesional de la línea de interculturalidad del Jardín Botánico llegaron a la morada de la acacia para realizar el ritual de despedida.
“Me dijeron que fue un acto muy bonito donde todos se despidieron de la acacia, lloraron y se abrazaron. Se acordó que la tala se realizaría en los próximos días y yo me quedé llorando en mi casa”, recuerda Luz Nelly.
Cuatro días después, el 23 de noviembre, los profesionales del JBB llegaron al parque para realizar la tala. Sin embargo, se encontraron con un gran inconveniente: un ciudadano estaba trepado en la acacia con una cuerda en sus manos.
Según el equipo social de la Subdirección Técnica del JBB, el ciudadano argumentó que, si alguien tocaba la acacia, iba a ahorcarse con la cuerda. “Nos comunicamos con el cuadrante de la Policía y un patrullero intentó persuadirlo. La comunidad del sector también trató de convencerlo de que se bajara del árbol”.
Como no fue posible convencer al joven, una persona que fue bastante agresiva con los profesionales del JBB, la tala de la acacia fue suspendida. “Luego aparecieron otros grupos comunitarios que se opusieron al procedimiento”, anotó Luz Nelly.


Con el aval comunitario
La nueva oposición causó que el Jardín Botánico no pudiera hacer efectiva la orden de tala dada por la Secretaría de Ambiente. Todo cambió en julio de este año, cuando una de las extensas ramas de la acacia se desgarró.
“La rama era enorme y por fortuna ningún ciudadano estaba en el lugar cuando se cayó. Era tan grande que unos habitantes de calle la utilizaron para construir un cambuche; la tala era de suma urgencia”, afirmó José.
El JBB retomó la comunicación con los líderes de la comunidad para concretar una nueva fecha de la intervención de la acacia. “Nos dijeron que el muchacho que trató de colgarse del árbol no hacía parte del grupo y que debíamos proceder lo antes posible”, argumentaron los profesionales.
El 23 de agosto, bien entrada la mañana, los operarios y profesionales del Jardín Botánico llegaron al parque lineal y talaron la acacia con la presencia de varios de los representantes de la comunidad.
“Los habitantes nos dijeron que no nos lleváramos la madera de la acacia, ya que tenían contemplado utilizarla para otros proyectos. Solo chipiamos los residuos de las ramas, material que también les dejamos”, complementó la entidad.
Aunque sabía que iba a llorar a borbotones, Luz Nelly decidió presenciar la tala de la acacia. “Desde que llegué me agarró la lloradera. La abracé durante varios minutos y me volví a despedir”.
Antes de la tala, la zona fue acordonada. La defensora del bosque Santa Helena recuerda que, al poco tiempo de escuchar la motosierra, la acacia se vino abajo. “La intervención no duró ni dos minutos. La acacia estaba podrida por dentro”.
Según Luz Nelly, durante el trabajo social del JBB con la comunidad, el cual se extendió más de un año, aprendió que a veces las talas son necesarias. “Hay que analizar bien las cosas con sangre fría y sin romanticismo. Nuestra acacia estaba enferma por dentro y si no se hacía algo, podría haber ocasionado una tragedia”.
La vida se transforma
El viernes 16 de septiembre, varios habitantes del sector y profesionales del Jardín Botánico tenían una cita en el antiguo hogar de la acacia para convertir algunas de las partes de su tronco en una nueva vida.
Martha Lucía Linero, residente del barrio Colina Campestre, fue una de las primeras en llegar. Luego de recorrer las zonas del parque donde la comunidad construyó sillas y mesas rústicas con las partes de la acacia, contempló la vieja casa del emblemático árbol.
“Conozco muy bien el parque porque mi familia ha vivido hace más de 30 años en el sector. Recuerdo mucho a la acacia, un árbol que te invitaba a descansar. Durante la pandemia colgaba mi estera en una de sus ramas y me ponía a leer”.


El día de la tala, Martha Lucía estaba por la zona y decidió acercarse para despedirse de su amigo de lectura. “Los profesionales del JBB nos explicaron detalladamente todo lo que hacían. Aunque fue triste despedirse de la acacia, su interior estaba muy deteriorado”.
A los pocos minutos llegaron Luz Nelly, José, dos vecinos más del sector y los expertos del JBB. Uno de ellos llevaba en sus manos una canasta con 50 plantas pequeñas de especies como suculentas, inciensos, siete cueros mexicanos y bella a las once.
“La razón de que nos dejaran los residuos de la acacia era que con las partes de su tronco queríamos hacer unas jardineras. Este es un homenaje a nuestra hermosa acacia, un árbol que ahora les dará vida a otras plantas”, dijo Luz Nelly.
José, quien es conocido en el sector como un experto jardinero, fue el encargado de liderar el montaje de las jardineras. Luego de analizar las formas de los troncos de la acacia y con la ayuda de martillos, serruchos y puntillas, le fue dando forma a dos cunas para las 50 plantas.
Daniel Escobar y Orlando Blandón, profesionales del JBB, le ayudaron a José a transportar los pesados troncos y dieron las recomendaciones para mezclar las plantas en sus dos nuevos hogares. Por su parte, Luz Nelly y Martha Lucía fueron las sembradoras.
“Aunque la acacia ya no engalana este hermoso parque, ahora se encargará de darle refugio y hogar a estas nuevas plantas. La vida se transforma, todo cambia y este árbol sigue vivo, pero de otra forma”, aseguró Martha Lucía.


El jardín de la abuela
Sin importar la lluvia, el frío o el fuerte viento, los cinco defensores del bosque Santa Helena lograron darles vida a dos jardineras sobre los troncos de la acacia, un trabajo arduo que duró más de tres horas.
El Jardín Botánico se encargó de donar las 50 plantas y la tierra abonada para las jardineras, aunque también hicieron uso de las cenizas que hay en una fogata ubicada al lado de una huerta construida en el parque por la comunidad.
Con la satisfacción del trabajo cumplido y luego de compartir unas onces, la comunidad apreció las dos nuevas jardineras y se comprometió con su cuidado. “Esta nueva etapa de nuestra acacia necesita de ayuda. Tenemos que regar las plantas y evitar que los perros hagan destrozos”, dijo José.
“Estas jardineras necesitan un nombre. ¿Cuál se les ocurre?”, dijo Daniel Escobar. Los cinco ciudadanos se miraron con curiosidad y empezaron a proponer algunas ideas. “Debe tener a la hermosa acacia como protagonista”, concluyeron.
Luego de deliberar durante algunos minutos, todos llegaron a un veredicto: el jardín de la abuela acacia. “Ahora es un nuevo integrante de nuestro bosque urbano Santa Helena. El paso a seguir es encerrar la zona y hacer varios avisos con su nombre. ¡Nuestra acacia sigue viva!”.