Historias del verde urbano: El renovado jardín del primer observatorio astronómico de América

El Observatorio Astronómico Nacional de Colombia, obra creada en 1803 por José Celestino Mutis, tiene un nuevo vestido verde con aroma a historia patria.
Se trata de un jardín con más de 1.400 plantas de 10 especies y seis árboles que conectan los bustos de Mutis, Alexander von Humboldt y Julio Garavito.
Crónica del regalo verde del Jardín Botánico a la primera institución científica del país por sus 222 años de vida.
Gonzalo Jiménez echó raíces en el centro histórico de Bogotá. Nació, creció, estudió y conformó su familia en La Candelaria, una localidad de 206 hectáreas, la más pequeña de la ciudad, con un aroma a historia patria, cultura, religión y arte.
Sus ojos expresivos llevan 60 años admirando la arquitectura colonial de la zona. Desde muy pequeño quedó maravillado con las fachadas de sus 17 iglesias y los tesoros de antaño que resguardan sus 15 museos.
Una edificación octogonal en dos cuerpos ubicada en la carrera 8 con calle 8, siempre le causó curiosidad por el blanco inmaculado de sus paredes, tres pisos y una cúpula gris en su parte más alta, cerca de 30 ventanas de diversas formas y tamaños y seis cilindros con aspecto de cañones.


“Parecía un frente militar”, recuerda este bogotano padre de dos hijos. “Por estar ubicado al lado de la Casa de Nariño, no está permitido el ingreso de las personas sin permiso. No sabía qué era y lo veía a lo lejos cuando caminaba por los recovecos de la zona”.
Cuando cursaba los últimos años del bachillerato en el Colegio Mayor de San Bartolomé, una joya bogotana fundada en 1604, una profesora de sociales puso fin a las dudas que le despertaba el monumento vecino al museo Santa Clara.
Mientras observaba la edificación, ubicada en un rectángulo de aproximadamente 2.300 metros cuadrados totalmente cercado, desde uno de los ventanales del salón de clases, la docente le informó que se trataba del Observatorio Astronómico Nacional de Colombia.
“Me dijo que fue fundado por el director de la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, José Celestino Mutis. Se trataba de uno de los sitios más antiguos de la ciudad que fue clave en la Independencia del gobierno español”.
Sin embargo, en esa época de adolescente la historia patria no era uno de los temas que le despertaban interés. La peculiar edificación, rodeada por varios árboles de gran porte, quedó guardada en sus recuerdos.
A los 25 años, Gonzalo encontró trabajo en la Universidad Nacional de Colombia. Fue contratado en la secretaría académica de la facultad de Ciencias Humanas y a los seis meses pasó a la de Ciencias Puras.
“Me encargaba de apoyar la contratación y las publicaciones, además de ser cajero. Me matriculé en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), donde hice un tecnólogo en gestión comercial y de negocios y luego la carrera de administración de empresas”.
El hijo de La Candelaria continuó sus estudios con un postgrado en marketing y gerencia de mercadeo, conocimientos que le sirvieron para presentarse en un concurso y así ser uno de los trabajadores de planta de la Universidad Nacional.
Pasó a trabajar en la parte académica de la facultad de Ciencias, donde se encargaba de la gestión económica, derechos de petición y los recibos. La estabilidad laboral le permitió que sus dos hijos fueran profesionales: un científico de datos y una maestra de música.
En 2017, la mente le pidió un cambio en su vida laboral. Según Gonzalo, se sentía estancado profesionalmente y por eso pidió un traslado. Unos profesores de astronomía le dijeron que había una vacante en la edificación del centro que le llamó la atención en su adolescencia.
“Ahí me enteré que el Observatorio Astronómico Nacional de Colombia era parte de la universidad. Estaban buscando una persona que coordinara todas las actividades diarias que se realizan en ese sitio de La Candelaria”.
Antes de empezar a trabajar en ese observatorio de forma octagonal y con una altura cercana a los 30 metros, Gonzalo dio inicio a una investigación sobre su historia. Lo primero que consultó fue información de la Expedición Botánica de Mutis.
En varios libros de la biblioteca de la facultad de Ciencias, encontró que Mutis fue un científico, médico, botánico y eclesiástico español que llegó al territorio colombiano en 1760 como parte de la delegación enviada por la corona española al territorio de la Nueva Granada.
“En 1761, después de un largo y accidentado viaje por el río Magdalena donde quedó maravillado por la flora, fauna y los paisajes, Mutis llegó a Santafé de Bogotá y se dedicó a ejercer su profesión como médico e impartir cursos de física, matemáticas y botánica”.
Gonzalo leyó que Mutis le solicitó permiso a la corona española durante casi 20 años para realizar una expedición y así organizar un inventario de la flora y fauna del Nuevo Reino de Granada, sueño que pudo materializar en 1783.
La expedición fue un proyecto que exploró y estudió gran parte del territorio nacional. En 1791, el virrey José de Ezpeleta la trasladó a Santafé de Bogotá y la instaló en una fábrica de tabaco que se encontraba en lo que hoy es la plaza de armas de la Casa de Nariño.
“El trasladó no le gustó a Mutis. Su disgusto por llegar a una zona con un clima parecido al del páramo, lo llevó a nombrar a los frailejones que describió como Espeletia, el apellido del virrey. Estaba bravo por traer sus herbarios y escuela de pintores a Santafé”.
Cuna de la Independencia
La investigación empezó a conectarse con el observatorio astronómico. Gonzalo encontró que la obra empezó a gestarse hacia 1801, cuando Mutis se reunió con Alexander von Humboldt, físico, matemático, cartógrafo, geólogo, biólogo, botánico, astrónomo y escritor.
Los libros le revelaron que en los intercambios de conocimientos científicos entre ambos íconos de la ciencia, surgió la idea de construir un observatorio para América en el solar o jardín de la Casa de la Botánica dirigida por Mutis.
El 24 de mayo de 1802, Mutis le dio la orden a Fray Domingo de Petrés para iniciar la construcción del observatorio. Lo escogió por su amplia experiencia en construcción y algunos conocimientos de los tratados de arquitectura de la época.


La primera parte quedó lista el 20 de agosto de 1803 y su inauguración fue realizada por el virrey Pedro Mendinueta. Se convirtió en el edificio más alto en aquel entonces y el primer observatorio astronómico que se construyó en el continente americano.
“Cuando empecé a trabajar en el observatorio, el 31 de octubre de 2017, seguí empapándome con toda su historia. Tenía cerca de 2.500 libros para hacerlo, obras que reposan en las 20 bibliotecas del lugar”.
En su búsqueda por nuevos conocimientos, Gonzalo, cada vez más maravillado por la sobredosis histórica, descubrió que en 1805 Mutis designó como primer director del observatorio a Francisco José de Caldas, quien se había unido a Expedición Botánica cuatro años atrás.
Un hallazgo lo dejó perplejo. En el segundo piso de la edificación, Caldas, un militar y ardiente partidario de la causa independentista, se reunió con varios líderes jóvenes y criollos para conspirar contra el gobierno español.
La reunión se llevó a cabo el 19 de julio de 1810, un día antes del incidente del florero de Llorente. En el salón del observatorio organizaron la revuelta popular que se llevaría a cabo el 20 de julio y que daría inicio a la Independencia de Colombia.
“Iba a trabajar en el sitio donde se gestó la Independencia. Eso me motivó a seguir aprendiendo sobre esta parte de la historia que pocos colombianos conocen; una de mis funciones era hacer recorridos con los visitantes y por eso debía saber de todo”.
La mente de Gonzalo está llena de fechas, nombres y episodios ocurridos en el observatorio y que marcaron la historia de la ciencia en Colombia. Por ejemplo, cuenta que el 12 de diciembre de 1814, la tropa de Simón Bolívar atacó Santafé de Bogotá y afectó la edificación.
Durante este ataque violento, como lo cataloga el historiador empírico, se tomó la torre del observatorio y se perdieron varios libros e instrumentos que Mutis le había entregado a Caldas en 1805.
“Después de la muerte de Caldas, las actividades del observatorio entraron en un receso y abandono total. Esto cambió en 1823, cuando llegó al territorio la Misión Boussingault, recomendada por Humboldt, que tenía como objetivo realizar investigaciones en el lugar”.
Luego, los directores que tuvo el observatorio se dedicaron a actividades como mediciones meteorológicas; publicación de almanaques astronómicos, políticos y militares; y estudios de la botánica.
“Un episodio triste fue después de 1854, cuando debido a un golpe de cuartel el observatorio quedó abandonado y convertido en una torre vacía. El gobierno decidió arrendarlo para darle usos diferentes a la ciencia y la investigación”.
Otro lunar en la historia, según narra Gonzalo mientras recorre las más de 100 escaleras del observatorio, fue la toma en 1862 de Leonardo Canal González, militar que fue presidente de la Confederación Granadina.
“Se cuenta que, al quedarse sin municiones, Canal decidió utilizar la meridiana del salón del segundo piso, trazada e instalada en plomo por Caldas. El general la levantó para hacer perdigones para los fusiles”.
El ingeniero militar Indalecio Liévano, que asumió la dirección del observatorio en 1866, realizó observaciones como la ocultación de estrellas, planetas y la Luna, calculó efemérides y restauró la línea meridiana por una nueva en bronce.
En mayo de 1867, el observatorio se convirtió en la prisión del presidente Tomás Cipriano de Mosquera durante varios meses. El fotógrafo José Gregorio Gutiérrez Poce, quien le hizo una secuencia de fotos, hizo el primer fotomontaje en Colombia.
“Gutiérrez decidió reemplazar el fondo de la imagen original, que mostraba los cerros orientales, por el de la Catedral Primada con el fin de transmitir un mensaje de tranquilidad a los seguidores de Mosquera”, narra Gonzalo.
Sobredosis de historia
El actual coordinador del observatorio saca de una de las bibliotecas una antigua fotografía de la edificación durante sus primeros años de vida. En la zona solo se ve la iglesia, el museo Santa Clara y parte del Colegio Mayor de San Bartolomé.
“Así de antiguo es este maravilloso lugar. En esa época, es decir 1803, no existía la Plaza de Bolívar, la Catedral ni ninguno de los edificios del gobierno. El que entra al observatorio, inmediatamente se enamora de su historia”.
El relato de Gonzalo continúa con otros episodios del observatorio, como la estrecha relación que tuvo con Agustín Codazzi, líder de la Comisión Corográfica, y la dirección del ingeniero y astrónomo colombiano Julio Garavito Armero a partir de 1891.


“Garavito realizó muchos estudios teóricos y observaciones meteorológicas y astronómicas, como el cálculo de probabilidades, la óptima matemática y el movimiento de la Luna. A pesar de los escasos recursos y anticuados equipos, hizo observaciones astronómicas de gran relevancia”.
También creó la Oficina de Longitudes y se encargó de establecer la hora oficial de Colombia, que era informada desde el observatorio al mediodía. 50 años después de su muerte, la Unión Astronómica Internacional le asignó su nombre a uno de los cráteres de la Luna.
“En 1920, con la muerte de Garavito, el observatorio entró en una etapa de inactividad que duró 10 años. El edificio se arruinó y los escasos instrumentos y libros que quedaron se extraviaron o se dañaron parcialmente”.
Según Gonzalo, para revelar toda la historia que oculta el observatorio se necesitan de varios días de eternas tertulias. Resume que el observatorio, que ha contado con múltiples directores, fue la primera institución científica del país.
En este recinto octogonal surgieron el Museo Nacional, Oficina de Longitudes, Instituto de Meteorología, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la Sociedad Geográfica de Colombia y el Instituto de Metrología.
“Desde 1936, el observatorio hace parte de la Universidad Nacional de Colombia, hito que se dio bajo la dirección de Belisario Ruiz Wilches. Está adscrito a la facultad de Ciencias, sitio donde llevo trabajando más de tres décadas y que me permitió formarme como historiador”.
Los jardines del ícono
Desde que pisó por primera vez el Observatorio Astronómico Nacional de Colombia, es decir hace ocho años, Gonzalo también quedó maravillado con su exuberante vegetación: cerca de 30 árboles y varias zonas de jardines.
Un pino ciprés bastante longevo, cinco urapanes de gran porte cubiertos por musgo, un olivo, cinco palmas de cera en crecimiento, un caucho sabanero, un olivo, un nogal y varios sangregados y feijoas, enamoraron sus ojos.
El actual estudiante de la maestría de museología y gestión del patrimonio de la Universidad Nacional, buscó en varios libros de las bibliotecas del recinto para conocer la historia verde del lugar, pero no encontró mayor cosa.


“Quería saber el origen de estos tesoros naturales que rodean los tres bustos icónicos de Mutis, Humboldt y Garavito que hay en el jardín del observatorio, además de la emblemática pérgola que, en el pasado, tenía una enredadera muy bonita”.
Santiago Vargas, profesor de la Universidad Nacional y coordinador de investigación del observatorio, le aclaró varias dudas. Una imagen de 1898 revela que ya contaba con vegetación arbolada en su jardín, pero no tan extensa como los 1.500 metros cuadrados actuales.
A mediados de la década de 1950, el jardín icónico sufrió una fuerte afectación por motivos de la construcción de un parqueadero en las inmediaciones de la zona. “Una fotografía de la época revela una gran pérdida de coberturas”.
Según Vargas, la estructura vegetal arbolada ubicada al costado sur, sobrevivió. El árbol que más resalta en las imágenes de antaño es el longevo ciprés, el cual parece que cuenta con más de 100 años de vida y fue catalogado hace poco como árbol patrimonial de la ciudad.
“Durante las obras adelantadas para el sesquicentenario de la Independencia en 1960, el jardín del observatorio fue remodelado. Además de darle vida a varias jardineras y plantar otros árboles, los cuales vemos hoy, se incorporó la pérgola”.
El ciprés (Cupressus lusitanica) del observatorio, según la bibliografía consultada por el docente, fue una especie asociada a Mutis, sabio botánico que la introdujo y plantó en el jardín de la Casa Botánica, ícono de la ciencia que fue fue derribada durante 1950.
“El que vemos hoy no fue plantado por Mutis y aún no sabemos cómo llegó al lugar. Sin embargo, sí representa esa parte de la historia y por eso tiene un significado muy especial para los que trabajamos en el observatorio”.
El nuevo jardín
En sus recorridos diarios por las zonas verdes del observatorio, edificio que fue declarado Monumento Nacional de Colombia en 1975, Gonzalo evidenció que varias áreas cubiertas por césped podían convertirse en coloridos jardines.
El guardián del edificio octogonal con 222 años de vida se comunicó con el Jardín Botánico de Bogotá (JBB) para ver la posibilidad de darle vida a una alianza que renovara y robusteciera sus coberturas vegetales.
Luego de varias reuniones, el equipo de coberturas icónicas de la Subdirección Técnica Operativa del JBB realizó el diagnóstico de las coberturas, trabajo que inició con una serie de recorridos por el jardín del observatorio.


“Muchas de las especies están distribuidas en el área como parte de jardines, pero no de manera organizada, simétrica, geométrica o sistemática. Su disposición no parece seguir un diseño general o un criterio único para todo el espacio del observatorio”, cita el estudio.
Los profesionales de la entidad concluyeron que la cobertura vegetal tenía potencial en su redefinición mediante la rehabilitación de estructuras existentes, como la pérgola, y la implementación de un diseño más organizado.
Le propusieron a la Universidad Nacional crear jardines temáticos con especies de valor histórico como la Mutisia clematis (clavellino), quina y té de Bogotá, plantas icónicas descubiertas por Mutis, además de especies de flores azules, el color favorito de Julio Garavito.
“Nuestro objetivo era resaltar la historia del observatorio mediante la vegetación, integrando plantas que dialoguen con la arquitectura y el legado científico y botánico del lugar”, dijo Elizabeth Herrera, funcionaria del equipo de coberturas icónicas.
El nuevo diseño paisajístico abarcó un área superior a los 122 metros cuadrados, zonas ubicadas en los alrededores de los bustos de Mutis, Humboldt y Garavito que se pintarían con los colores de más de 1.400 plantas de 10 especies.
Árbol de jade, azulina, hortensia, cola de zorro, granizo, acanto, escarcha, ajo de rico y lirio iris estarían presentes en las zonas ajardinadas. Entre tanto, el clavellino o Mutisia clematis le daría vida a la solitaria e inmaculada pérgola.
“Sumado a esto, el jardín del observatorio aumentaría su arbolado con seis nuevos árboles de tres especies emblemáticas en la Expedición Botánica de Mutis: té de Bogotá, quina y la feijoa”, apuntó Herrera.
Jorge Rodríguez, uno de los ingenieros del grupo de jardinería que ha sacado a flote proyectos críticos en varias zonas del centro de la ciudad, fue el artífice del nuevo diseño de las jardineras del sitio donde se gestó la Independencia.
“Es un diseño marcial, lineal y colorido que va acorde a la historia del observatorio y la zona. Dejar la semilla de mi trabajo en jardinería en este importante sector de la ciudad, es todo un privilegio”.
¡Manos a la obra!
Desde la primera semana de abril, Gonzalo abrió las puertas del observatorio a los ingenieros y operarios del Jardín Botánico, entidad que también tuvo una estrecha relación con el lugar a través de la obra de su fundador, el padre Enrique Pérez Arbeláez.
“El sacerdote, uno de los científicos y escritores más importantes del país, retomó la Expedición Botánica de Mutis y nos dejó un legado de suma importancia para la ciencia. El JBB hace parte de este ícono del centro de la ciudad”.
Varios operarios del grupo de arbolado joven, liderados por la ingeniera Brenda Pava, destinaron varios días para abrir los huecos de un metro cúbico de profundidad donde serían plantados los nuevos seis árboles.


Entre el 12 y 16 de abril, 10 trabajadores de los equipos de jardinería y colecciones de la Subdirección Técnica Operativa del JBB, trabajaron bajo el sol y la lluvia para darle vida a la nueva cobertura vegetal de más de 122 metros cuadrados.
El ingeniero Jorge Rodríguez, una biblia de la jardinería en el JBB, se encargaría de pasar los trazos de los diseños al terreno a través de su ojo clínico. Sonia Amezquita, profesional de enriquecimiento del grupo de colecciones, sería su mano derecha.
Las manos de los operarios Alba Gutiérrez, Mercedes Aponte, Celso Useche, Edwin Enrique Cárdenas, Luz Rojas, Jorge Iván Tabares y Oscar Sierra, y la técnica Delfina Beltrán, transformarían la zona en un jardín lleno de colores.
El proyecto, para el que se necesitaron 12 metros cúbicos de tierra abonada, inició en los alrededores del busto de Julio Garavito Armero, una creación del primer fundidor de Colombia, Bernardo Vieco. Dos jardineras albergarían cerca de 130 plantas de la especie lirio iris.
“Escogimos esta especie porque cuenta con flores azules, el color favorito de Garavito según nos comentó Gonzalo. Además, el lirio está presente en la tumba de este reconocido científico, matemático y astrónomo”, informó Jorge.
Las zonas aledañas al busto de José Celestino Mutis, obra del escultor español Antonio Rodríguez del Villar realizada en 1924 y ubicada sobre un pedestal diseñado por el arquitecto Alberto Manrique Martín, fueron las que más recibieron material vegetal.
Más de 700 ajos de rico se plantaron en dos extensas jardineras lineales ubicadas a los lados del busto de Mutis. Además, una zona que colinda con el muro enrejado que separa al observatorio de la Plaza Nuñez, recibió cerca de 300 escarchas y acantos.
“Fue un trabajo en tres bolillos de mucha precisión. Todas las plantas debían quedar sembradas de una manera armónica y precisa, trabajo que hicieron con éxito los operarios del equipo de colecciones”, mencionó Rodríguez.
El busto en bronce de Alexander von Humboldt, un regalo de la República Federal de Alemania en 1969 y que está ubicado bajo un nogal y una palma de cera, representó el mayor reto para el experimentado ingeniero.
“En una de las zonas de este jardín, que tiene forma de U, utilizamos una técnica lineal que no daba cabida a imperfección. Con dos de los operarios más expertos que tiene la entidad, nos demoramos casi un día completo en este trabajo”.
Humboldt floreció con más de 280 plantas de cuatro especies: azulina, árbol de jade, cola de zorro y hortensia. “Destinamos más de cuatro días dándole forma al nuevo jardín del observatorio, una de las mejores experiencias en mi vida profesional”, expresó Jorge.
Los operarios, técnicos e ingenieros del JBB que le dieron vida a este icónico jardín, también hicieron el recorrido por los tres pisos y cúpula del observatorio. Durante más de una hora, Gonzalo les contó parte de la historia.
“Todos quedamos muy sorprendidos con este hermoso lugar. Ninguno sabía que acá empezó la Independencia de España y que además nació con Mutis, el botánico en que se inspiró el padre Pérez Arbeláez para darle vida al Jardín Botánico”, dijo Alba.
Inauguración
Durante varios de los días de la Semana Santa, Gonzalo ingresó al renovado jardín del observatorio para regar las más de 1.400 nuevas plantas. Aunque la lluvia hizo algo de presencia, sabía que necesitaban más agua.
“Yo también soy jardinero y amante de las plantas. Tengo una finca que he llenado de muchas especies y en el observatorio me encargo del cuidado de toda la flora. No me gusta que otras personas participen en esas actividades porque pueden tener mala mano”.
Los más de 122 metros cuadrados de la nueva cobertura vegetal quedaron impecables para su inauguración oficial, la cual fue programada para el martes 22 de abril, fecha en la que se conmemora el Día Internacional de la Madre Tierra.


El guardián del observatorio llegó pasadas las seis de la mañana para volver a regar las plantas y ver que el interior del observatorio estuviera como un espejo. En una mesa del primer piso ubicó varios libros con las réplicas de los hallazgos de la Expedición Botánica.
“Todo el trabajo que Mutis hizo durante la expedición fue embalado y enviado a España en 1816. La gente piensa que nunca debió salir de Colombia, pero si eso no pasa jamás hubiéramos conocido ese importante legado botánico y artístico”.
Los invitados a la inauguración empezaron a llegar a las 10 de la mañana. Mario Armando Higuera, director del Observatorio Astronómico Nacional de Colombia, y María Claudia García, directora del Jardín Botánico, lideraron la actividad.
Más de 30 personas, entre trabajadores de ambas entidades, estudiantes de la Nacional y medios de comunicación, participaron en el recorrido por el nuevo jardín icónico del centro histórico de la ciudad.
Luego de conocer las plantas que embellecen aún más los bustos de Mutis, Humboldt y Garavito, los participantes ayudaron a plantar varios de los seis árboles y conocieron los clavellinos (Mutisia clematis) que empezarán a crecer por los muros de la pérgola.
“Esta alianza entre el JBB y la Universidad Nacional dio como resultado un proyecto de diseño paisajístico que resalta y cuenta la historia del observatorio y varios de los científicos más importantes que han trabajado en nuestro país”, afirmó García.
Según la directora del Jardín Botánico, con las especies arbóreas que fueron seleccionadas se le rinde un homenaje a todo el legado ambiental que dejó Mutis a través de su Expedición Botánica.
“La quina y el té de Bogotá tienen un significado muy importante en esta expedición. La ciencia es nuestro poder para preservar y restaurar la Tierra y por eso este nuevo jardín histórico es de suma importancia para la capital”.
Germán Darío Álvarez, subdirector técnico operativo de la entidad, mencionó que esta nueva cobertura vegetal icónica también le rinde un homenaje a todo el legado del padre Enrique Pérez Arbeláez.
“Nuestro fundador fue un visionario que retomó y prolongó lo que hizo Mutis en la Expedición Botánica y lo proyectó en el pulmón verde de 20 hectáreas que es el Jardín Botánico. Su legado como científico está presente en todas las coberturas del lugar”.
Terminado el recorrido de los visitantes por el renovado jardín y los salones llenos de historia y la cúpula del observatorio, Gonzalo fijó su mirada en los nuevos árboles y plantas coloridas; sus ojos alcanzaron a llorosear.
“Mi misión es que estos tesoros naturales crezcan y se mantengan hermosos. El recorrido por el observatorio ahora será más largo porque los ciudadanos también deben conocer esta parte de la nueva historia de la primera institución científica del país”.